viernes, 12 de agosto de 2011

DE GRANADA AL CIELO (SUBIDA AL VELETA) 7-08-2011



Han sido tantas y tan distintas las sensaciones y emociones que he sufrido y disfrutado durante la carrera que va a ser tarea imposible reflejarlas con palabras.
La meta estaba cerca del cielo. Pero la muerte quiso hacer una macabra paradoja y a la misma hora que se daba la salida (aproximadamente a las 7.20 de la mañana) el maldito cáncer se llevaba a mi tía aún más alto de lo que yo subí. Me enteré en la llegada, cuando por fin tuve cobertura y pude llamar a mis padres para decirles que todo había salido bien.
Esta ha sido la carrera de las dedicatorias, la primera a mi tía, que seguro que me acompañó y protegió hasta la cumbre del Veleta. También durante la carrera me acordé muchísimo de Cristóbal y lo mal que debe estar pasándolo; Cristóbal lo importante en esta vida es “estar vivo” y si encima tienes una familia y esos “peazos” amigos no puedes pedir más; sólo tienes que cambiar el chip.
Tampoco olvidé los mensajes de apoyo de mi familia, del club y de amigos. Todo ello me ayudó muchísimo durante algunos momentos agónicos pero cruciales para seguir adelante.
Atrás quedaron largos entrenos y dudas durante el último mes (las últimas tres semanas apenas pude correr por tener la garganta destrozada).
La verdad que la carrera empezó desde el día que decidí prepararla, con tiradas muy duras y bonitas por el Cerro San Cristóbal, Jabalcuz, Puerto Alto, Serrezuela de Pegalajar y, últimamente, por la sierra de Almería (paisaje desértico, pero lleno de encanto).
La noche de antes no dormí nada, por lo que a las 4 de la mañana me puse a desayunar y para las 5 ya salía de Salobreña camino de Granada.
Como andaba algo perdido por Granada, paré al coche que venía detrás y resulta que era de otro corredor que venía de Antequera, siguiendo las indicaciones de unos taxistas llegamos sin novedad a la salida. Aún no eran las 6 de la mañana, por lo que estábamos prácticamente sólos en la salida.
Gracias a Juan Alfonso me despreocupé del dorsal, cuando llegó con Ildefonso, fotito delante de la pancarta de salida (Ildefonso, otra vez dile a tu hijo que te explique cómo funciona la cámara) y a iniciar los trámites pre carrera (cremita protectora, cola para dejar el macuto, paseo hasta el coche para dejar la camiseta recuerdo, etc.).
En este tipo de carreras nadie calienta, porque todos salimos con un ritmo mucho más lento del acostumbrado.
Ya en las dos vueltas iniciales al Paseo del Salón se me puso el vello de punta al sentir el calor de la gente. Esto es lo que más me llamó la atención de la carrera, con todo el que te cruzas te hace sentir especial, un superhéroe.
Los tres primeros kilómetros los hice con Raúl del Hockey, que me confirmó su incorporación a la selección andaluza de carreras de montaña.
Cuando uno compite, te impones un ritmo máximo, por debajo del cuál puedes correr, pero nunca deseas ver que has sobrepasado ese límite, porque sabes que entonces no cumplirás tu objetivo. Esta carrera tienes que planteártela al contrario, debes marcarte un ritmo mínimo y nunca intentar bajar, si lo haces corres el riesgo de abandonar.
Los 10 primeros kilómetros, aprovechando que prácticamente son llanos, decidí hacerlos a un ritmo cómodo de 5 min/km, una vez que se disparan las pulsaciones es difícil ponerlas en orden. Me salieron un poco más rápido pero con el corazón totalmente controlado.
Cuando empezó la cuesta arriba me escapé del grupito con otro corredor de Alicante. Entre charlas, confesiones y risas iban pasando los kilómetros, sin darme cuenta que llevaba un ritmo más rápido que el que deseaba. Así que por enésima vez le repetí que tirara y al fin me hizo caso.
En el kilómetro 25 me informaron que iba el 60 de la general, me encontraba muy entero, aunque ya notaba la falta de costumbre de mi organismo a estar mucho tiempo corriendo. En este punto en una curva muy empinada a derechas eché a andar por primera vez, apenas andaba uno o dos minutos y continuaba corriendo.
A partir del 30 iba haciendo la goma con otros corredores, algunos alternábamos el correr con el andar y otros preferían correr todo el rato pero a un ritmo mucho más lento. Empezaba a darme cuenta de la dureza de esta carrera, cada vez podía correr menos tiempo seguido.
Empezaron las molestias en las piernas, en el 35 paré a estirar y por poco se me montan los cuádriceps, así que a partir de aquí paré varias veces y los estiramientos los hice con sumo cuidado renunciando a los cuádriceps.

A partir del kilómetro 41 subí con un nudo en la garganta, estaba totalmente emocionado, sabiendo que la cima ya era mía, pero incapaz de correr más de 5 minutos seguidos, así que decidí andar más pero a un ritmo más rápido.
Atrás quedaba un año muy duro en que la rotura del menisco y posteriormente la periostitis me hizo pensar que no podría volver a correr, cada vez que me acordaba de ello, tenía que tragarme alguna lágrima.
Parecía Bustamante con tanto “emocionamiento”, pero creedme, esta carrera no es para menos, sólo lo sabe el que la ha corrido.
Seguían pasándome corredores, intenté engancharme a alguno pero desistí, no quería abandonar y mis piernas empezaban a decir “basta”.
Todas las carreras son una competición contra uno mismo, pero esta particularmente es más, tienes que estar muy fuerte mentalmente para aguantar hasta el final. Cuando tus piernas amenazan con bloquearse, intentas conservar lo poco que te queda, no piensas en coger ritmo con otros.
Echaba de menos unas buenas piernas para poder correr algo más. Pienso que si en mi preparación hubiera fortalecido algo más las piernas podría haber estado “fácilmente” sobre las 5h15min – 5h30min ya que como digo las pulsaciones las llevaba bien controladas y sobrado de pulmones. Según mi gps estuve 21 minutos parado entre avituallamientos, estiramientos, intentar orinar (paré dos veces y entre que me la encontré y que no pude hacer ni una gota...).
Todos los senderistas, todos los corredores de la “minisubida”, todos los ciclistas; en fin, todo bicho viviente con el que te cruzabas te daba ánimos. Especial emoción sentí al pasar por la barrera, dónde se agolpaban muchos familiares que con sus aplausos te empujaban hacia arriba y arrancaban alguna lágrima escondida bajo mis gafas de sol.
Las vistas eran espectaculares, hizo un día totalmente despejado y en algún momento girando hacia la cara Sur, me pareció vislumbrar una montaña bajita completamente blanca, pensé que podían ser invernaderos de Motril o incluso de Almería.
Al entrar en meta me sentía el tío más grande de la tierra, había conseguido mi objetivo, acabar, y además lo había hecho de una forma más que digna, con un tiempo de 5h48min y puesto 116.
Durante la carrera pensaba que no volvería ningún otro primer domingo de agosto al Paseo del Salón, pero esa misma tarde ya pensaba en la próxima, pero esta vez con unas piernas más fuertes y aprendiendo a correr a ritmos aún mucho más lentos, que paradójicamente me pueden llevar a un mejor crono.
Los avituallamientos bien, excepto el último de sólido. Pedía plátano, apenas tenían y nos hicieron compartir uno entre 4 ó 5 corredores. Si en ese momento iría sobre el puesto 100, ¿qué pasaría con el que venía el 400?, ¿le guardarían la piel del plátano?. Para mi gusto faltó algo más de sólido, barritas y glucosa.
Al llegar, nada más parar de correr, me empezó a doler la cabeza y sentí algo de mareo (no sé si achacarlo a la altura o a no haber dormido nada la noche de antes).
La bajada hasta Granada fue un caos. La organización tenía previsto bajarnos en los remontes de la pista de esquí, pero el primero estaba cerrado por peligro de rachas de viento, con lo que nos bajaron en microbús. Arriba, donde sólo te daban una botella de isotónico, entre familiares, corredores de los 50 km, corredores de los 11 km y algún que otro senderista avispado, se formaban unas colas interminables para coger el microbús. Estuve muchísimo rato esperando para poder coger uno. Tiempo que aproveché para enfriarme las piernas con el hielo de un glaciar ( no todos los días puede uno enfriar con hielo de Sierra Nevada).
Ya a partir del segundo remonte fue todo más rápido y otra aventura que nos guardaba Enrique Carmona (el patrocinador), el que sufra de vértigo no se lo aconsejo. Me monté con dos onubenses de Isla Cristina y la bajada fue no parar de reír. Una pasada de bajada, con vistas preciosas y con todo el silencio que sólo te puede ofrecer la alta montaña, sólo roto por nuestras risas y comentarios. Particularmente me gustó más el primer remonte (era de los abiertos), en el segundo no tenías tanta sensación de libertad.
Trofeos, duchas y bocadillo en Pradollano y corriendo para el autobús. Y allí a esperar más de una hora para que se llenara. Hasta pasadas las 5 de la tarde no nos bajaron (y yo con un mísero bocadillo entre mis huesos).

Este es el perfil de la carrera (2700 metros de desnivel positivo en algo más de 48 km):

Fotos y vídeo de la carrera en: http://www.subidaveleta.com/